lunes, 26 de octubre de 2009

Literatura fin de siglo II

En España, la literatura de finales del siglo XIX y principios del XX se ve afectada por la idea de agrupar a los autores, según su época, bajo un mismo concepto que va a ser el de “generación”. De esta manera va a tener lugar un proceso que tiende a periodizar la literatura española a lo largo del siglo XX. Tal es así que el escritor y también filósofo Ortega y Gasset será el primero en acuñar el término “generación”, lo cual le llevará a ser objeto de numerosas críticas y a su vez verá cómo otros autores apoyan sus ideas, por ejemplo, Azorín, quien va a publicar en 1913, en un periódico de gran tirada nacional (ABC) una serie de artículos en los cuales va a hablar de este grupo de escritores, entre los que se encontrarían Maeztu, Unamuno, Baroja, Valle-Inclán, Felipe Trigo… y el propio Azorín, como “generación del 98”. Azorín sostiene que esta generación de escritores se ha visto influenciada por la agresividad del teatro de Echegaray, el escepticismo de Campoamor y la visión realista de la novela de Galdós. Otro autor conocido como Pedro Salinas va a afirmar, por cierto de forma muy escueta, que, al igual que dijo Azorín, este grupo de escritores cumple con las características necesarias de una “generación” que exige la metodología de Petersen, cuanto menos discutible debido a que sus argumentos son escasamente convincentes. Inman Fox, en su artículo, El concepto de generación de 1898 y la historiografía literaria sostiene que “el concepto algo confuso de generación de 1898 que se suele barajar en círculos académicos es resultado de una acumulación de definiciones, no siempre fundadas en la evidencia, en que no se ha tomado en cuenta la variedad de método o de razón de construcción”.
Por tanto se podría decir que el uso del término “generación”, ya sea para hablar del 98, 14 o 27, es erróneo ya que no es suficiente que cumpla con una serie de requisitos como los que formuló Petersen. De esta manera Unamuno vivía apartado del mundo en “su Salamanca”, independiente del resto de autores a los que Azorín había enmarcado dentro del concepto “generación del 98”, quienes incluso no tenían buena relación entre sí.
Este intento de periodizar la literatura de finales del siglo XIX y también del XX coincidió con un país en horas bajas. España no estaba atravesando por un buen momento ya que al asesinato de Cánovas (1897), presidente de l Consejo de Ministros se unió el llamado “desastre de 1898”. Ya desde principios del siglo XIX, el gobierno estadounidense había mostrado un gran interés por anexionarse la isla de Cuba. A fin de presionar a las autoridades españolas, el 25 de enero de 1898 hace su entrada en La Habana el crucero acorazado Maine. Su posterior voladura provocaría agitaciones en los EEUU, lo que haría que interviniesen los ejércitos militares, en gran parte incitados por la opinión pública. En el mes de abril y sin previa declaración de guerra, los buques estadounidenses bloquean Cuba y comienzan a apresar a los buques mercantes españoles, lo cual haría que el ejercito español perdiese la posición y Santiago de Cuba quedase cercado por los americanos. El resultado de la batalla de Santiago fue la práctica rendición de España. Entre el 3 de julio y el 12 de agosto, fecha en que se firmó el armisticio, EEUU ocupó Puerto Rico sin apenas resistencia y Manila (Filipinas), cayó en poder del ejército estadounidense, ambas colonias españolas. Posteriormente se firmó, el 10 de diciembre de 1898, el Tratado de París, que significó el final de la presencia española en América y el nacimiento de un nuevo imperio.
A raíz de estos dos hechos (asesinato de Cánovas y pérdida de las colonias), la población española comienza a cuestionarse si en realidad existe una crisis económica, política y social, que en cualquier caso sería relativa.
En cuanto al tema de la política ya no sirve el modelo de la Restauración, sino que hay que renovarlo. De esta manera surgen una serie de modelos políticos con ideales renovados: el anticlericalismo, el anticaciquismo y el antimilitarismo. A estos nuevos modelos políticos se une, a principios del siglo XX, la aparición del movimiento obrero así como nacen, a su vez, los primeros sentimientos nacionalistas en regiones como Cataluña y el País Vasco, y en menor medida en Galicia.
Durante esta época también va a tomar un papel esencial en España la prensa, gracias, fundamentalmente, a la figura del intelectual, una persona poseedora de gran capacidad para influir sobre las demás y un auténtico experto en crear un estado de opinión. Esta desmesurada reacción de las elites se debe a que, por un lado, el proceso nacionalizador les había afectado, sobre todo a las elites escolarizadas y por otro, porque esa crisis nacional había coincidido con la del nacionalismo progresista que había dominado todo el siglo XIX. Además de los intelectuales, aparecieron a raíz de los nuevos modelos políticos los bohemios, quienes a menudo eran caricaturizados y ridiculizados por escritores de la talla de Azorín, Unamuno, Maeztu… puesto que éstos se oponían a la bohemia modernista. También otros autores se mostraron muy críticos con los bohemios debido a su vestimenta. Los bohemios eran radicales izquierdistas y activistas culturales que no creían ni en el ejército (antimilitarismo) ni en la Iglesia (anticlericalismo) y por tanto no creían en le matrimonio y sí en las relaciones esporádicas. Por último, como tercer grupo social se encuentra la degeneración que surge tras la crisis en España. El concepto degeneracionista hace referencia a una persona que posee un tipo específico de patología, es decir, un enfermo que vive en un mundo cerrado y que cree que es un genio cuando realmente ni se acerca a serlo. Eran marginados por la sociedad debido a su forma de entender la vida. Tanto bohemios como degeneracionistas eran duramente criticados por los escritores de la época.
Por su parte los escritores seguían debatiendo en periódicos y artículos si el término generación del 98 era una invención y todavía alcanzó mayor discusión el conflicto entre dicho grupo de escritores y los modernistas. Pedro Salinas quien sentía la necesidad de precisar diferencias entre ambos grupos para designar el movimiento de renovación literaria de finales del siglo XIX y XX fue uno de los que más entró a dicho debate. Para Salinas, mientras el modernismo busca la belleza poética propagada por Darío, el 98 representaba un examen de conciencia en busca de verdades. Para él está claro que el “modernismo” nace en América y los españoles tomamos características de su lenguaje, pero pronto descubrieron (los españoles) la contradicción radical entre lo sensual y lo despreocupado del modernismo y el grave problematismo espiritual frente a los problemas en España del grupo de escritores de fin de siglo XIX y principios del XX. Posteriormente otros autores como Jeschke y Pedro Laín Entralgo apoyarían y explicarían la teoría de Salinas basándose en hechos parecidos a los que éste utilizó. Destacar también a Ricardo Gullón y José Mainer. Gullón en su articulo La invención del 98 sostiene que el tan polémico concepto de generación es útil para estudios históricos, sociológicos y políticos pero a la vez perturbador en cuanto a sus aplicaciones a la crítica literaria. Mainer, por su parte, señala que la invención del concepto “crisis de fin de siglo” es debido por un lado a la necesidad de volver a definir la crisis socio-histórica que movilizó una renovación estética y por otro lado para ampliar la definición de modernismo, para incluir todo lo que significaba el Simbolismo.
Así pues lo que propone Mainer es el Modernismo no como programa estético sino como una definición del cambio en la institución literaria española.
Para concluir decir que a pesar de la aparente institucionalización del concepto “Generación del 98”, su aplicación a la historia literaria ha sido siempre problemática, más que nada porque los críticos no se han fijado en la ideología ni en los conceptos de literatura que sostenían y determinaban las varias construcciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario