miércoles, 28 de abril de 2010

El realismo social en la novela. Años 50 ( 1051-1962 )

De la antigua angustia existencial pasamos a las inquietudes sociales. El calificativo social puede usare en un sentido amplio (la sociedad) o restringido (novela que denuncia la injusticia social). La novela social será la corriente dominante entre 1951 (Fecha de publicación de La Colmena de Cela) y 1962 (fecha de publicación de Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos)
Para muchos, La Colmena es la precursora de la corriente (recordemos que se trata de una visión crítica de la vida madrileña) aunque La Noria de Luis Romero también es una visión colectiva, pero con Barcelona como marco. El Camino (1950) de Miguel Delibes muestra una crítica concreta de la realidad española centrándose en una familia burguesa. Así llegamos a 1954-1955 cuando se dan a conocer Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Juan Goytisolo… Les seguirán otros autores como Juan García Hortelano, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite o Juan Caballero Bonald. Todos ellos nacidos entre 1925 y 1931. Entre ellos hay evidentes rasgos comunes e incluso se les ha llegado a denominar Generación del 55. Pronto aparecerán ensayos como el del crítico José María Castellet titulado La hora del Lector donde se propugna ese realismo social, es decir, la idea de Sartre en la que el escritor debe ponerse al servicio de la voluntad de transformar la sociedad; asume un deber de denuncia y se compromete ante la injusticia social.
Estéticamente hablando dentro del realismo podemos señalar varias actitudes o enfoques: el enfoque objetivista y el realismo crítico.El objetivismo propone un testimonio escueto, sin aparente intervención del autor y que consiste en limitarse a registrar la conducta de los individuos sin comentarios ni interpretaciones. Hacia técnicas objetivistas se inclinan Sánchez Ferlosio o Ignacio Aldecoa mientras que Luis y Juan Goytisolo o Ana María Matute se aproximan al realismo crítico.
Con estas orientaciones inciden ciertas influencias: la de los novelistas norteamericanos (John Dos Passos, Steinbeck, Hemingway o Faulkner) además de los italianos Vittorini o Pavese y por último la de ciertos aspectos del “nouveau roman” francés, pero señalaremos también la tradición española realista desde los clásicos Clarín y Galdós hasta Baroja.
Autores
Camilo José Cela. La colmena (1951) presenta una visión caleidoscópica de la sociedad española de la sociedad española de posguerra al estilo de lo que había hecho John Dos Passos sobre la ciudad de Nueva York en Manhattan Transfer. Más de trescientos personajes, representativos de todas las clases sociales, van y vienen, como abejas en su colmena, por las calles del Madrid hambriento y gris de la posguerra. No sigue la estructura tradicional de presentación, nudo y desenlace, sino un compartir las mismas casas, bares o calles. La técnica objetivista se alterna con el narrador omnisciente. Por su costumbrismo crítico y valor testimonial, esta novela anticipa la novela social. Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953) es el monólogo de una madre mentalmente desequilibrada que habla con su hijo muerto.
Miguel Delibes. El camino (1950), que cuenta con su inolvidable personaje Daniel el Mochuelo y muestra una crítica concreta de la realidad española centrándose en una familia burguesa.
Objetivistas.
Rafael Sánchez Ferlosio. Es autor de tres novelas: Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951), El Jarama (1955) y El testamento de Yarfoz (1986) La primera de ellas no es una novela social, sino fantástica.El Jarama es una novela realista, la más importante de las narradas con técnica objetivista. La acción transcurre a orillas del río Jarama (cercano a Madrid), al que acuden un domingo unos jóvenes excursionistas para pasar el día. El tiempo narrado abarca unas dieciséis horas. La mayor objetividad del relato procede de los diálogos, que reproducen el habla tópica de los personajes. El Jarama es una novela sobre el tedio que invade a una sociedad gris y sin aliento, como la España de los años cincuenta.
El Teatamento de Yarfoz es también de corte fantástico.
Juan García Hortelano. Escribe dos novelas claramente objetivistas, Nuevas amistades (1959) novela de ambiente estudiantil y Tormenta de verano (1961), en torno al aburrido veraneo de unos nuevos ricos.
Ignacio Aldecoa. Nos ha dejado vigorosos testimonios de la vida social del momento, así como de la vida del mar. Una de sus novelas más importantes es El fulgor y la sangre (1954)
Jesús Fernández Santos. Escribió Los bravos (1954), una novela en torno al poder caciquil. Otras de sus obras son El hombre de los santos (1958) y Cabeza rapada (1958), compuesta de relatos cortos.
Carmen Martín Gaite. Aborda en sus novelas el problema de la inserción del individuo en la sociedad y el problema de la incomunicación. Entre sus obras destacan Entre visillos (1958), Retahílas (1974), El cuarto de atrás (1978) y Nubosidad variable (1992)
Realismo crítico
Juan Goytisolo. Su obra narrativa experimenta una evolución formal, estilística y temática, por lo que en su trayectoria cabe distinguir varias etapas:
La primera responde al realismo social y la literatura comprometida. Juegos de manos (1954) y la trilogía El mañana efímero (1957-58) donde narra los ambientes burgueses y de la clase obrera. También se pueden destacar La isla (1961) y Fin de fiesta (1962). Goytisolo centra exclusivamente su atención en el análisis de las formas de vida de la burguesía, cuyo egoísmo y frivolidad pone al descubierto.
La segunda etapa se aleja de la estética del realismo crítico e incorpora las técnicas de la novela experimental. Señas de identidad (1966) y Juan sin tierra (1975). El novelista convierte el espacio narrativo en un ámbito de reflexión espiritual y cultural, que le lleva a replantearse su propia identidad.
La tercera etapa abarca sus últimas novelas, en las que, identificado por la cultura islámica y desde una perspectiva heterodoxa, insiste en la crítica de los valores del mundo occidental. Paisajes después de la batalla (1982)
Luis Goytisolo. Escribe dos novelas sociales, Las afueras (1959) y Las mismas palabras (1962)
Ana María Matute. Aunque con reflejos realistas y de intención social, su novelística está dotada de una refinada prosa poética y de una poderosa imaginación, por lo que constituye una tendencia narrativa, el realismo lírico. Bajo esa denominación se agrupan Los Abel (1948), Pequeño teatro (1954) y Los hijos muertos (1958)
Otros: José Manuel Caballero Bonald (Dos días de septiembre, 1962) Armando López Salinas (La mina, 1925), López Pacheco (Central eléctrica, 1958) y Alfonso Grosso (La zanja, 1961)
Otras tendencias narrativas
En estos años centrales del siglo, varios escritores siguen las pautas narrativas del realismo tradicional, como por ejemplo, Juan Antonio de Zunzunegui con La quiebra (1947) o La úlcera (1948)
La narrativa poética y de humor está representada por Álvaro Cunqueiro, excepcional fabulador, poeta, dramaturgo, periodista y gastrónomo, que escribe en gallego y castellano. Obras: Las mocedades de Ulises (1960) y Escuela de curanderos (1960)
Famoso por sus novelas policiacas es Francisco García Pavón.
Siguen escribiendo novelas autores como Cela, Delibes…

No hay comentarios:

Publicar un comentario